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Solución final al problema mapuche

Aveces un poco de ironía abre los ojos a los que no quieren ver. Aquí un artículo de uno de esos periodistas con huevos (u ovarios) que Tanto escasean en nuestro país...

Por Antonio Gil
Publicado en LUN


Aunque a algunos les resulte duro y hasta siniestro, creemos que ha llegado el momento de darle una solución final al problema mapuche, que se arrastra desde la Conquista, con Pedro de Valdivia y García Hurtado de Mendoza a la cabeza, y que, por supuesto, ha permanecido abierto durante todo el periodo de la República, sin que nadie haya logrado ponerle el cascabel al gato: ni el “pacificador” Cornelio Saavedra, ni el gobierno militar, ni los gobiernos de la Concertación...

Los nazis llamaron “noche y niebla” al intento de “solución” de lo que ellos consideraban el “problema judío”, y se jugaron a esa opción todas sus cartas. Estamos hablando, como se ve, y muy claramente, de acabar de una bendita vez con esos dichosos araucanos que tanto molestan a los turistas en la Región de la Araucanía en los meses de verano, y que en el resto del año se entregan incansable y tenazmente a hostilizar a las empresas madereras, con tomas de campos, quemas y toda suerte de desmanes.

Puede que la idea sea horrorosa, pero a nuestro juicio es una mejor alternativa que esta especie de eutanasia lenta y dolorosa a la que hoy son sometidos los mapuches, con las cárceles llenas de presas y presos políticos pertenecientes a ese aguerrido pueblo, con ataques nocturnos a sus rucas, con seguimientos y fichajes policiales de ancianos y niños.

El planteamiento cuenta además con una rica tradición en nuestro continente. Nos podríamos hacer asesorar, por ejemplo, por los militares y aviadores brasileños que bombardean de tanto en tanto a las tribus amazónicas, o por los cazadores de hombres que incursionan en las selvas venezolanas con sus ametralladoras israelíes y sus lanzagranadas, diezmando naciones completas.

¿O es mejor, acaso, seguir haciendo como que escuchamos demandas que jamás serán cumplidas? ¿No es más humano terminar de una vez con el asunto antes que seguir mandando pequeños piquetes de carabineros tiritones con sus escopetas antimotines y sus escudos y sus garrotes eléctricos a los campos rojos de La Frontera?

Podríamos, sin ir muy lejos, buscar en la historia magallánica lindos ejemplos de cómo poner atajo a las tropelías y las insolencias de esos bárbaros inmanejables: ovejas envenenadas, emboscadas masivas, pago por orejas y cabezas. Es más sano eso que confinarlos y acorralarlos en la miseria. Es mejor que engañarlos con promesas que nunca se cumplirán. Es más corto que atiborrarlos de vino falsificado y aguardiente, el viejo “toro blanco”, usado a destajo para embrutecerlos desde tiempos inmemoriales. También podrían servir los gases neurotóxicos que se han usado masivamente contra los kurdos y contra poblaciones en Chechenia con bastante eficacia. Es más directo que hacinarlos en hospitales miserables y escuelas llenas de goteras.

Los chilenos tenemos que aprender a priorizar: en la Región de la Araucanía, lo central debe ser la exportación de celulosa, el auge turístico, la pesca con mosca, el canotaje, y lo accesorio esa compasión mal entendida por los mapuches, que poca cabida tiene en el mundo actual. Si no sabemos distinguir lo que importa de lo que da lo mismo, nunca seremos la nación anglosajona pujante y blanca con que tanto soñamos.

Los chilenos tenemos que aprender a priorizar: en la Región de la Araucanía, lo central debe ser la exportación de celulosa, el auge turístico, la pesca con mosca, el canotaje, y lo accesorio esa compasión mal entendida por los mapuches, que poca cabida tiene en el mundo actual.



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