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Los problemas de la democracia representativa


Considerar el referéndum del Reino Unido como un ejemplo de Democracia Directa suena a broma. Aún así el periódico El País, cuya linea editorial es partidaria de la democracia representativa, no ha dudado en retitular el artículo La Europa Plesbicitaria de Carlos Closa Montero como Los Problemas de la democracia directa. Closa, a su vez, alude al referéndum británico para decir que parece que algunos han descubierto que la alabada democracia directa quizás no sea tan buena idea después de todo para, posteriormente, hacer un recorrido por los diferentes referéndums que se han convocado en los últimos años en Europa. La alusión a la democracia Directa solo aparece en el primer párrafo y después centra su análisis en la utilización de los referéndums en el contexto de las democracias representativas europeas y los intereses particulares de los convocantes. Es decir, nada de esto tiene que ver con la alabada democracia directa que, por otra parte, está muy lejos de ser alabada. Los medios de comunicación partidarios del actual sistema no dejan pasar la oportunidad de desacreditarla a la mínima ocasión aunque lo que critiquen no tenga que ver con ella sino con el actual funcionamiento de la democracia representativa y de los gobiernos y partidos que la sostienen. 

El referéndum tal como está construido es una herramienta de consulta popular que está mediatizada y condicionada por los poderes políticos y económicos y que nace dentro de las democracias representativas. Se utiliza de forma oportunista y se opta por la manipulación de la información, conocedores del potencial que tiene. No interesa que la población esté formada e informada. De hecho, una de las claves de la democracia representativa es la delegación en los expertos de las decisiones importantes. Uno no necesita conocer sino que se conforma con que sean esos expertos los que conozcan y decidan por uno y esta es una diferencia sustancial con lo que significa la democracia directa. La democracia directa solo funcionará con personas formadas o informadas. No quiero decir que tengan que saber de todo sino que tendrán a su disposición toda la información necesaria para conformar una opinión. En el referéndum sobre el Tratado que establece una Constitución para Europa que se celebró en el Estado Español en el año 2005 se votó a favor sin que los votantes tuvieran acceso al contenido del tratado. Se redujo el debate a si votas en contra del tratado eres antieuropeísta y te posicionas al lado de la extrema derecha europea. En la democracia representativa se prefiere al ciudadano pasivo, delegativo y desinformado. En la democracia directa se optaría por la persona activa, informada y consciente de sus derechos.

Construir una democracia directa implicaría subvertir los actuales cimientos en los que se sostiene el sistema y la relación de las personas con el mismo. Actualmente el referéndum como consulta popular está contaminado por la dinámica propia de la democracia representativa. Sus limitaciones las marcan las características del sistema en que vivimos. En el referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN de 1986 se votó a favor de la permanencia porque el PSOE varió su posicionamiento sobre el mismo y este cambio de opinión provocó el cambio de opinión de la mayoría de sus votantes pesoístas que pasaron del OTAN No a es lo mejor para el país. Sus argumentos, los que les marcaron desde las élites pesoístas. ¿Esto qué tiene que ver con la democracia directa? Nada. Hay ocasiones en las que los resultados han sido contrarios a los esperados, porque la variable humana que aparece en los referéndums es muchas veces imprevisible, pero el establishment político y económico maniobró, retorciendo la idea de la democracia sin reparo alguno, para que finalmente se obtuviera el resultado deseado. Francia rechazó la constitución europea en el 2005 para que tres años después dijera que Sí al Tratado de Lisboa. Irlanda dijo No al Tratado de Lisboa en 2008 para que un año después dijera que Sí. Gran Bretaña negociará un tratado de libre comercio con la Unión Europea y todos tan contentos.

No, esto no tiene nada que ver con la democracia directa. Estamos hablando del sistema que tenemos y de su funcionamiento. El referéndum en Gran Bretaña puede servir para cargar contra la idea de la democracia directa. Se ha insultado a muchos ciudadanos británicos tachándoles de paletos, xenófobos e ignorantes. ¿Cómo se va a dejar en mano de estos cenutrios el destino de un país? De ahí a persuadir de las bondades de la democracia representativa hay un paso. Pero todo lo que ha sucedido tiene que ver con los efectos de una democracia europea que coloca a las personas en los márgenes, que precariza sus vidas, que les hace sentirse meras comparsas de los intereses de otros, que les dice que no pueden decidir porque no saben, que son estúpidos y que deben ser otros los que les digan lo que tienen que sentir, pensar y hacer. Y estas personas se lo han creído. Lo que más se parece a una herramienta en la que puedan votar y, supuestamente, dar su opinión, son las elecciones y las consultas populares. Pero las elecciones, condicionadas por el aspecto ideológico y lo que diga el partido que uno apoya, y el referéndum, el hijo bastardo de la democracia representativa, son una confusa sombra de lo que serían las herramientas de participación en una democracia directa. Nuestros representantes se encargan de que así sea.



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