Sudor molesto de Humanidad irrespetuosa. Irrita presenciar el vaivén de personas con sus quehaceres, con sus cuerpos tambaleándose, conversando a gritos.

Figuras trapajosas con defectos por doquier, comportamientos groseros, miradas de desprecio en las que centrarse inevitablemente. La suciedad de movimientos, los estilos inexistentes que entorpecen y me enfurecen. La cara de la realidad que contemplo tiene una nariz deformada, torcida hacia la inquietud.

Mi mente, incesantemente quiere Enderezar lo externo, lo incorregible, lo natural. Deseando llevarlo a un estado de indefinida perfección, de estilizada belleza y puede que, inexistente humanidad después de todo.

A veces pienso que si pudiera extirpar lo que me enervara, viviría de forma diferente. Sin comprender que gran parte de la esencia de lo percibido, es de rugosa excelencia, de Hombres apasionados y espontáneos, a pesar de sus trazos irregulares, y de sus caracteres diversos.

Allanar la vida misma ante mi peculiar juicio, no sería más que avocarme al sufrimiento de su negación.

Ante tal verdad, desciende sobre mí la vacuna de la plena aceptación. Penetrando y silenciando las imperfecciones impuestas de forma irracional. Aceptación, esa cualidad casi inalcanzable para hombres perdidos en sus odios sociales.

Paz que me inunda y da inicio al amor incondicional, situando los cimientos del disfrute con los individuos.

Abriéndome al reparto del afecto reprimido con tantos desconocidos, que ahora, se vierte en torrente.

El relato Enderezar es de la fuente Anadesería - Reflexiones de la Vida y Pensamientos Abstractos.