Había una vez en un enorme castillo, una hermosa princesa llamada Blancanieves, quien había obtenido aquel nombre debido a sus negros cabellos, y piel tan blanca como la nieve. La joven vivía ahí junto a su madrastra, una mujer también muy bella, pero llena de orgullo y arrogancia. La reina no podía soportar que existiera una mujer con mayor belleza que la suya, así que todos los días se paraba frente a un espejo mágico, y le preguntaba: -¡Espejito, espejito encantado! ¿Acaso no soy la mujer más hermosa en este reinado? Tras una diminuta espera de apenas unos segundos, la
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