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Lullaby y su escape


Si en el intento de escapar, no existiera la posibilidad de borrarse del mapa por un tiempo, no valdría la pena el escape. Tampoco importaría no llamar más, no hablar más, dar vuelta la página con todos los personajes de tu vida peleándose dentro. Por eso Lullaby escapa y desaparece y no le importa nada ni nadie. Al menos, ella dice eso.

En pleno centro de Santiago, justo a la hora en que todos trabajan y sólo estudiantes perdidos de descerebran a propósito más de lo que están, Lullaby pasea después de un largo periodo de no hacerlo. Parece que fuera más tiempo el que pasó, y que esa línea de tiempo estuviera atrapada en segundos estirados. Una imagen estática mientras todos se mueven rápido a algo. Lullaby nunca tiene ese algo para ir.

Así que improvisa y se mete a un cine. Hace tiempo que no tiene idea de películas buenas. Las últimas las vio en internet post renuncia de su último trabajo. Y no vio diez. Vio cien en esos meses. Después se aburrió. La pantalla anuncia títulos que no la convencen hasta que llega uno que conoce. Falta una hora para que empiece, así que vuelve a la calle y se pierde en locales chinos sólo para comprobar la cantidad de cosas baratas que venden. Todas inservibles, pero baratas. No compra nada, sólo recorre, toca cosas y piensa en que alguna vez debiera comprar cosas para la cocina cuando se decida a cocinar.

Cuando los minutos pasan lento en una hora, va a las zapaterías a probarse zapatos y sacar de quicio a los vendedores. Le encanta hacer eso. Pide cuatro pares. Camina con ellos frente al espejo y le dice al vendedor que volverá por todos ellos. Nunca vuelve. Lullaby mantiene los mismos dos pares de botines desde hace años. Jamás compraría un zapato a la moda. Menos un par.

Se fuma dos cigarros al lado de un árbol cerca del cine y entra al fin. El protagonista es igual a alguien que conoció. Igual, igual. Pero éste es argentino y tiene los ojos claros. Qué bien hacen los diálogos los argentinos. Qué malos son los diálogos acá. Lullaby está sentada sin nadie al lado. Lo consiguió después de cambiarse tres veces de lugar. No está comiendo ni sorbiendo nada. Ver películas no da hambre. Cada vez adora más esa oscuridad y ese paréntesis en el tiempo. De pronto, recuerda por qué le gusta ir al cine sola y escapar, aunque la miren raro. Después de todo, siempre la miran raro.

Historias sobre una chica oscura llamada Lullaby. Solitaria, odiosa, rebelde, irónica y agriamente dulce.


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