Get Even More Visitors To Your Blog, Upgrade To A Business Listing >>

Margot y las princesas solas I: La endeble memoria de la formica

Martha Silverstone acudía al Bariloche todos los días para tomar un café solo Gigante antes de entrar a trabajar en Bloomingdales. Su mejor amiga era Margot Smith, dependienta en la sección de niños de Ralf Lauren y adicta a los libros de autoayuda, le insistía que ella misma era su peor enemiga, más aún, Martha se había convertido, a la vez, en una presa de su Autoguantánamo y su propia Georgina Bush. -¿Café solo gigante? Por favor... ¿Y por qué no una Soledad Gigante en una taza de desayuno? Eres más patética que Catherine Bodosky que al cumplir los 40 años de soltería empezó a llevar flores a 365 solteros de entre los 30 y 45 años enterrados en el Cementerio Green Wood. Recordaba que la buena de Cathy se sentía feliz de su visita diaria a su harén de difuntos; Margot reconocía que llorar por un hombre idealizado aunque fuera muerto era mucho mejor que llorar de soledad, efectivamente ese año no se consideró una soltera en el sentido estricto y cruel de la palabra.

Martha procuraba sentarse siempre en la mesa en que ella y Javier Vidal, su mayor calentón de la última década y padre de sus complejos de posesiva y posiblemente loca, se habían jurado amor eterno antes de que él partiera hacia Los Angeles para trabajar en una gasolinera de Hollywood. –Por favor deja de hacer eso… Le repetía exasperada Margot mientras su compañera repasaba con sus uñas de porcelana la frase que había rayado su no oficial Ex, como una mala copia de Patrick Swayze en Ghost pero sin la emoción de despedirse moribundo: No te imaginas cuánto amor me llevo.


This post first appeared on Corazones En La Boca, please read the originial post: here

Share the post

Margot y las princesas solas I: La endeble memoria de la formica

×

Subscribe to Corazones En La Boca

Get updates delivered right to your inbox!

Thank you for your subscription

×