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Regala cultura en Navidad

Tenía 9 años cuando en Navidad me obsequiaron mi primer libro. Se llamaba “Esteban y el fantasma”. Fue un momento incómodo, según recuerdo. Para esas alturas estaba esperando que me regalen una Tortuga ninja o un G.I. Joe. Pero no, alguien había pensado que lo mejor era un libro, y ni siquiera para ser leído, sino para que lo haga yo mismo, en lugar de hacer cosas más importantes como jugar con mis amigos toda una tarde.

Dos décadas después, cuando contemplo a “Esteban y el fantasma” en mi biblioteca, trato de recordar qué habrá sido de Todos Esos juguetes que acaparaba cuando tenía 9 años. Me pregunto en qué momento los perdí y qué felicidad tan etérea me trajeron. Naturalmente, el recuerdo de todos esos trastes me remonta a mi niñez. Sin embargo, la visión del libro de “Esteban y el fantasma”, junto a todos los títulos que vinieron después de aquél, me remontan a toda mi vida; a quién fui y a quién sigo siendo.

Tenía 14 años cuando recibí para navidad el regalo más insospechado: un disco compacto de música clásica. En su momento pensé que se trataba de una burla. Bien hubiera preferido un CD de alguno de esos artistas de moda que solía escuchar en la radio, aquellos de los que hablaban mis amigos, los que me aseguraban cierta inclusión social en los recreos de la escuela. Pero no. Lo que tenía entre manos era a un aburridoMozart, el cual venía acompañado de las burlas de todos aquellos que creían que era música de viejitos.

Sin embargo, con el paso de los años, mientras aquellas canciones que escuchaban los adolescentes en el colegio fueron perdiendo la voz y la virilidad (hasta el punto en el que ahora nadie se atreve a reproducirlas), el disco de Mozart fue imponiendo su valor y vigencia. De tal modo que, en el presente, más de una década después, mientras escribo estas líneas me hallo inspirado por el acompañamiento del violín del maestro austriaco, que es universal, no satura y, por supuesto, no tiene fecha de caducidad.

Así pues, si entre el consumismo que representa la navidad, uno quiere hacer algo bueno por los pequeños, pienso que una buena idea sería considerar un bien cultural. Probablemente odiarán el regalo, como yo. Pero el tiempo se encargará de demostrar el acierto.


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