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Jobs, entre la realidad y la ficción

Tags: steve jobs
Leo con gracia los comentarios que hizo Stephen Wozniak, cofundador de Apple, después de haber visto la película de Jobs. No está contento. No la recomienda. Piensa que el filme sólo busca engrandecer a Steve Jobs, restándoles protagonismo a algunos personajes y poniendo en ridículo a otros, como su caso, en el que queda rebajado a la categoría de bufón.

Así, pues, decidido, Wozniak ha salido a desmentir algunos errores históricos dentro del largometraje. En una entrevista a Bloomberg ha destacado tres puntos críticos: primero, que él conocía el potencial de sus propias creaciones y que Jobs se subió al carro ganador cuando él ya se había iniciado en la carrera cibernética; segundo, que parte de la supuesta genialidad de Jobs debe atribuírsele al aprendizaje que éste obtuvo de la experiencia de Mike Markkula, que fue el primer gran inversionista de Apple (un personaje que en la película cumple un rol bastante ambiguo, por no decir, de traidor); tercero, y por supuesto, que Wozniak no se distanció de Apple por un conflicto personal contra Jobs, sino por motivos de salud, los cuales comprometieron su memoria y su lucidez.

En efecto, lo que nos recuerda Wozniak son algunas verdades omitidas en el filme sobre la figura de Steve Jobs, comúnmente apodado “genio creativo”. Sí, Jobs fue un gran vendedor. De ello pueden dar cuenta sus legendarias presentaciones públicas que hoy podemos encontrar en formato de video por internet: la introducción del primer Macintosh, el IPod, el IPhone, el IPad, entre otras, las cuales no sólo son clases magistrales de Marketing directo, sino de oratoria. Jobs, además, fue un gran estratega y supo ver un mercado donde nadie lo había visto antes, en el público común y corriente, a diferencia de la competencia, que pensaba que las computadoras sólo resultaban útiles en manos de ejecutivos y grandes corporaciones. Sin embargo, a nivel personal, Jobs siempre fue un personaje bastante oscuro. Sus ex colaboradores lo han calificado como prepotente, obsesivo, terco y gritón. No aceptaba que nadie le dé la contra. Los reveses empresariales se los tomaba de forma personal. Es muy conocida, por ejemplo, su disputa con Bill Gates y, en sus últimos años de vida, la guerra de patentes que sostuvo contra sus competidores, a quienes no podía ver sino como ladrones. Tal es el caso de los creadores de Android, a quienes amenazó con destruirles el producto, aún si esto le costaba toda su fortuna personal.

Richard Stallman, creador y promotor del concepto del Software libre, acusaba a Jobs de hacer de la computadora una “cárcel cool” y, tras la muerte de este último, dijo: “No me alegro de que Steve Jobs haya muerto pero sí de que no esté”. Imagino que lo mismo deben pensar los directivos de Google, compañía que en principio sirvió como aliado de Apple, tras el estreno del IPhone, pero que tiempo después, cuando Jobs estuvo en la capacidad de replicar sus tecnologías (sobre todo las aplicaciones de mapas y motores de búsqueda) se deshizo de ellos sin ninguna contemplación.

Para resumir, la figura de Steve Jobs es como una moneda de dos caras, un paquete de bondades y defectos que podría resumirse en las líneas de aquel viejo spot de la compañía de la manzana titulado “Piensa diferente”: Puedes amar a Jobs, puedes burlarte de él, puedes odiarlo, pero lo que no puedes hacer es ignorarlo. Aunque, para mayor precisión, habría que agregar la cita de aquel dicho popular que reza: “No hay muerto malo ni novia fea”. Cosa que, guardando la debida distancia, también ilustra casos como el deceso de Hugo Chávez o el de Michael Jackson, al que pocos recuerdan en sus últimos 15 años de vida respondiendo denuncias de violación y abuso de menores.

Sea cual sea el caso, lo cierto es que la figura de Steve Jobs tiene un gran séquito de entusiastas seguidores, principalmente jóvenes, quienes han hecho de él una especie de profeta tecnológico y un personaje de culto. Queda claro que yo no formo parte de aquel grupo. Sin embargo, tampoco puedo decir que no me conmueven algunos discursos de Jobs, como aquel que ofreció en la Universidad de Stanford, en 2005, el cual recomiendo encarecidamente como una gran lección de vida.

Jobs -la película- es casi un guión adaptado de aquel discurso. Todas las palabras pronunciadas en esa disertación están dentro del largometraje. Los episodios omitidos, los recrearon mediante la ficción. Y, las conclusiones, las dejaron abiertas a la interpretación del público.

No es, entonces, Jobsuna película 100% fiel a la realidad. Ya lo había advertido Wozniak, preguntándose por qué la producción no se había tomado la molestia de consultarle antes de redactar el guión. Tampoco es la primera cinta que se hace sobre el ex director de Apple (este mismo año, en internet, se había estrenado “ISteve”). Y tampoco será el último filme que se basará en la vida del personaje. Todo parece indicar que en el 2014 se iniciará el rodaje de otro largometraje que se apoyaría en la biografía oficial de Steve Jobs, escrita por Walter Isaacson.

De todas maneras, lo que tenemos ahora en las carteleras de cine es un producto bastante interesante. Jobs es una película entretenida. No sólo lo digo yo. Lo dijo también Wozniak, en una de las pocas concesiones que le dio al rodaje. La película sabe cómo atrapar al espectador. Los clímax están bien logrados y la tensión se mantiene de principio a fin, salvo por la moraleja del final, la cual me pareció, a todas luces, prescindible.

Otro de los aciertos que puedo señalar, con el que también está parcialmente de acuerdo Wozniak, es en el gran parecido físico que hay entre Ashton Kutcher y Steve Jobs. Y, aunque para Wozniak, la actuación fue un tanto mediocre, a mí me resulta bastante convincente, tomando en cuenta que el personaje estaba inspirado (palabra mágica que explica ciertas licencias ficticias que, naturalmente, se apartan un poco de la realidad) en Steve Jobs.

Los únicos puntos flacos de la película son, a mi modo de ver, los episodios de la vida personal del protagonista, los cuales quedan muy en el aire y resultan virtualmente incomprensibles y contradictorios; como por ejemplo, su viaje a la India o su relación con su hija y su novia (nunca entendí en qué momento ella regresa con él o si es la misma que aparece al final). Lo que me deja la sensación de que uno debe obligarse a leer mucho de Steve para comprender buena parte del filme.

En fin, creo que podría recomendar Jobs. Es una buena película sobre un buen personaje (aunque con ello no estoy hablando, necesariamente, de bondad); una producción que sigue la misma línea que “Red social”, inspirada en la vida de Mark Zuckerberg y, remotamente, “Los becarios”, donde se expone todo el mundillo interior de Google. Curiosa trilogía que, como lo vengo repitiendo, no debe tomarse como documentos históricos, sino como lo que en verdad son: películas.


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