Voy por la vida buscando libros. Esa es una frase que me define bien. En las casas que visito, en las librerías de las calles que transito, siempre estoy atento a la expectativa de encontrar algún libro que me guste. Descubrir una librería nueva es abrir una puerta a la posibilidad de encontrar alguna joya buscada a hace tiempo. Es como entrar en el país de las maravillas husmear estantes, por un momento se para el tiempo, entro en un estado de ensueño donde no existe otra cosa que los libros. Esta fascinación me viene de chico, aunque alcanzó su apoteosis ya de más grande, de los libros de elige tu propia aventura, el gato con botas, la colección Robin Hood, Tarzán, la guerra de las galaxias, pinocho, y todo el mundo de Disney. Ahora transito por los mares de Vargas Llosa, los laberintos borgianos, los ensueños proustianos, por la Buenos Aires sórdida de Jorge Asís, por los ambientes fantasmagóricos de Ray Bardbury, por la frescura y claridad de Alejandro Rozitchner y muchos más. No puedo concebir una vida sin libros, los necesito como el aire. Leo todos los días, es mi combustible que me vacuna contra la mediocridad de la TV basura. El retrato de Dorian Gray y cien años de soledad fueron dos libros fundamentales en mi vida
, ambos los leí varias veces. Quede maravillado con el realismo mágico, era algo nuevo para mí en ese entonces. Estaba tan enganchado con el libro que no necesite hacerme un cuadro
sinóptico de la estirpe de los Buendía, me concentración era férrea. Y ni que hablar del culto hedonista de Lord Henry, aquel personaje que pervierte el alma de Dorian, me fascino por mucho tiempo.

Esa fue mi radiografía intelectual de mi alma de lector. Ahora me gustaría saber como es la de ustedes, si es que me lee alguien, nunca se sabe. Y si no, soy feliz igual, escribiendo para nadie , quizás en el ciber espacio cibernético haya alguna estrella que capté mi señal y quiere establecer una comunicación.