Te pido permiso para entrar, aunque ni siquiera sé si soy bienvenido en el interior. No quiero irrumpir con mis pasos torpes, no quiero alterar la paz que atesoras. Quisiera ser un ser ingrávido que deambula por tu interior, que traspasa los muros y aldabea las puertas. En silencio, quisiera pasear por los salones, descubrir donde se está más fresco en verano y más resguardado en invierno. Quisiera conocer todos los rincones, el interior de los cajones, de los arcones, de las alacenas, oír lo que oyen tus paredes y cómo suena el amanecer bajo tu techo. Pero no quiero ser un vulgar ladrón que se cuela para ver que birla. Ni quiero ser un turista que ha pagado su entrado o un invitado al que el paso de los días vuelve cada vez más incómodo. Por eso, te pido permiso para entrar y quedarme, sin que mi presencia invada tu intimidad. Te pido permiso para amarte. Aquí, en el umbral de la puerta, espero tu respuesta.