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CARTA DE LA ABUELA CLAUDIA A ALGUIEN

Tengo la extraña creencia de que cuando alguien se ha muerto, puede oír todo lo que queremos decirle. Pregunté por ti en mi último viaje a Asturias y supe la triste noticia, que ya no estabas, por eso, hoy en este viejo sobre, siendo ya tan de noche y casi a oscuras, escribo lo que no ha dejado de ser una inquietud en mi vida.

He pensado en ti siempre, incluso cuando me casé. No. No creas que me casé amándote. Me casé tarde y, para entonces, amaba de verdad a mi Marido, un hombre  que ha estado siempre a mi lado, conmigo a pesar de mí. Hasta formamos una familia, no de seis Hijos como te decía en los paseos interminables de los sábados sino sólo de dos, dos críos, ahora hombres, que me dieron  los momentos más felices de mi vida cuando nacieron y se acurrucaban en mi cara reclamando protección materna.  La vida, después de todo, se abrió paso también para mí y tengo seis nietos que alivian mis tardes llenas de tantos recuerdos.

Tú te habías enamorado de mí en unos años en los que, supongo, que  yo misma era un ideal; bondadosa, dócil, alegre, generosa.  Mi marido se enamoró de una mujer decidida, valiente, de carácter personal, fortalecida por la experiencia.  No conservaba las cualidades que  viste en mí. Ahora, soy muy mayor y sé que yo también te quise con mis hormonas y la atracción mutua que nos inspiraba lo mejor del uno al otro. Quizá, tal vez, no fuéramos cómo nos veíamos pero no podríamos saberlo porque cuando me pediste que me fuera contigo,  te dije que no podía ser. Mi no rotundo te sacudió porque vi la expresión de tu cara. No te di excusas, no te dije la verdad porque hubieras esperado y yo sabía que pasaría mucho tiempo antes de que yo pudiera elegir.


Los motivos que, entonces, me parecían los más poderosos, hoy no sé si debería haberlos considerado. Creo que si hubiera vuelto a vivir aquél día con los acontecimientos de mi vida iguales hasta el día de hoy, te habría dicho sí.

¿Me habrían dejado de hablar? ¿Pensarían que les había abandonado? ¿Se mostrarían tan contundentes cómo lo hicieron después diciéndome que si no me casé contigo fue porque no quise y no por ellos? Todo es más fácil cuando el tiempo habla por uno.

No sé si  habrías sido un buen marido, no lo puedo saber, pero si las decisiones del amor se adoptan por lo que uno siente, en aquel instante, en ese minuto, habría tenido que decir sí. No sé qué habría pasado en nuestras vidas, el dilema se parece al remake “Una mujer bajo la lluvia”, donde la protagonista debe decidir entre dos hombres y escoge al equivocado. No sé qué me habría deparado el futuro contigo y, sin embargo sé lo que es mi futuro ahora.

He tenido un buen marido. Es lo bueno que me ha pasado en la vida y aquello que no se conoce no puede echarse de menos. Yo no puedo extrañar los hijos que no tuve contigo, no existieron y, por tanto, serían distintos de mis hijos. Mis adorables hijos son como todos los de su generación, tienen sus vidas y deben luchar para salir adelante.
¿Cómo habrían sido los nuestros? ¿Habrían llegado a nacer?


Me miro al espejo y no veo a aquella chica que amaste, la imagen muestra un rostro con unos pómulos hundidos, la barbilla algo descolgada, los ojos más pequeños y sin visión, la dentadura no se percibe, ni siquiera con ese blanco descolorido, porque no suelo sonreír. Detrás de ella no hay rencor ni resentimiento, sólo cansancio. Aquella época dura y difícil, como casi todas, nos impidió ser uno, ninguna chica de las llamadas decentes podía fundirse en la piel masculina por mucho que la amara si no estaba casada debidamente.

Hoy sigo queriendo al hombre que se acuesta todos los días a mi lado, a mis hijos y a mis nietos pero  ellos no estaban en mi vida entonces. Te sacrifiqué por una  familia que, en su mayoría, no compensó aquella terrible renuncia.  Si tu alma puede oírme, comprenderme, debe saber que, del tiempo que compartimos, me ha quedado uno de los recuerdos más bellos, ni mi piel ni mis labios volvieron a sentir jamás el escalofrío de tu tacto sobre mis brazos y mi rostro. Claudia





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