El hombre es presto en Pedir y más en hacerse rogar porque considera que para para dar hay que recibir cuando es exactamente lo contrario.

El que pide se arriesga a acabar exigiendo lo que no se merece. El que ruega, su humildad le hará aceptar la respuesta sea cual sea.

Para el hombre, la gran diferencia entre pedir y rogar está en la altura de miras en la que se sitúa para realizar tales solicitudes, y pidiendo uno se puede caer de muy alto.

Los ruegos de nuestro corazón siempre son escuchados por Dios nuestro Padre pero no todos concedidos porque lo que deseamos no siempre es lo que más nos conviene.

El que te ama de verdad sabrá discernir entre la paja y el grano de tus ruegos y peticiones.

La desesperación nos hace hablar con nuestras entrañas desvelando nuestras interioridades a quien clamamos. A todos salvo a nuestro Padre quién ya las conocía.

Hay quien piensa que hay que pedir cien para recibir cincuenta pero en el reino del Señor solo aquellos que piden lo imprescindible para sus vidas serán escuchados.

Aquel para quien es más fácil pedir para sí mismo que para los demás no sabe amar. Aquel para quien es más fácil rogar para los demás que para sí mismo su camino avanza en sendas del Señor.

El pobre habla con ruegos; el rico responde con dureza. (Proverbios 18:23)

Jehová ha oído mi ruego; ha recibido Jehová mi oración. (Salmos 6:9)

Oye la voz de mis ruegos cuando clamo a ti, cuando alzo mis manos hacia tu santo Templo. (Salmos 28:2)

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